Subject: Ginger y Fred - cap. 10 |
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Date Posted: 07:21:53 01/31/07 Wed
El movimiento del taxi aún cuando iba lento sobre el camino de tierra hacía que sus ocupantes saltaran de los asientos.
-Está seguro de que es por aquí señor? Mire que yo no conozco esta región...
-muy seguro, uno no olvida un lugar así –dice Juan entornando los ojos y sonriendo con ilusión- usted sólo conduzca, pronto encontraremos la curva que indica el camino a la hacienda.
Franco y Oscar desde sus asientos traseros miraban el paisaje que intercalaba algunas zonas de llanura fértil con bajíos y otras más bien desérticas, a lo lejos las mesetas daban una tonalidad melancólica al paisaje. El calor de los últimos días de verano subía por el horizonte distorsionando parte de esas imágenes, por suerte allí el fresco aire acondicionado del coche contrastaba con esa representación del calor que divisaban.
-allí ve? Ese es el camino a la hacienda Reyes- entusiasmado Juan señala un viejo cartel oxidado y perdido entre los pastizales-, sí allí – vira para ver a sus hermanos con satisfacción- en cinco minutos llegamos a casa.
A casa, pensó Franco, así consideraba Juan a esa hacienda en que sólo vivió hasta cumplir un año y a la cual volvió a ver muchos años después, apenas de paso... Juan nunca había sentido algún lugar como su casa, mucho menos Veracruz, pensó que quizás Juan llevaba esa vida un tanto ‘disipada’ porque no había encontrado otra forma de vivir. Sonrió, quizás este lugar era lo que necesitaba su hermano. Pensó en sí mismo, en su necesidad de un lugar, luego de la muerte de sus padres habían abandonado la casa de su abuela materna (donde siempre sintió estaban de más) para vivir con Eva y Aníbal, ese tampoco fue su lugar... Con Rosario habían elegido una casa moderna y bella en la playa pero luego de su muerte la vendió para ocupar ese departamento en el centro comercial de Veracruz con la excusa de estar cerca de las oficinas pero con la necesidad de alejarse de aquello que fue por un breve lapso su solaz.
Miró a Oscar que parecía un tanto preocupado, serio, aunque esa era su pose habitual ante todo. Tras una añosa arboleda de Jacarandá, pinos y eucaliptos se distinguía una construcción grande, de más de un piso. El auto fue bajando lentamente la velocidad para luego detenerse. Todos descendieron. El taxista bajó las maletas mientras Franco buscaba el dinero para pagar sus servicios, luego vio al auto irse por el mismo camino que antes lo acercaba.
-aquí es! –dijo Juan y Franco viró para observar detenidamente la hacienda Reyes.
-está un poco... deteriorada no Juan? –dijo Oscar dudando- no... está en ruinas!
La construcción denotaba años de esplendor ya pasados. Las paredes suponían la existencia de una antigua pintura azul claro, con partes de revoque caídos o a punto de desmoronarse al igual que algunas de las mayólicas que adornaban el frente. Si bien aún mantenía visos de su esplendor era evidente que necesitaba mucho trabajo para volver a ser la casa que su padre conoció.
Franco hizo el movimiento inicial, sacó la llave que abría la puerta principal y entró, sus hermanos lo siguieron... En la penumbra de la sala principal, apenas iluminada por los rayos del sol que entraban por la puerta que dejaron abierta, los tres hermanos permanecían en silencio recorriendo con sus miradas cada rincón. El interior estaba igual de arruinado que el frente, quizás más. Muy pocos muebles quedaban en su sitio cubiertos por sábanas y polvo y hasta una enredadera se había atrevido a trepar desde el vidrio roto de una de las ventanas hacia el techo.
-esto parece... una tapera –susurró Franco desilusionado.
-y qué pretendías? Hace por lo menos dos años que la tía y tú decidieron despedir a todos los trabajadores –aunque Juan no lo pretendiese sonaba a reproche.
Una sombra tapó parte de la luz exterior y una voz ronca probablemente por el cigarrillo hizo que los tres hombres se diesen vuelta hacia el lugar por el cual habían entrado.
-quienes rayos son... qué quieren aquí? –dijo una figura que los apuntaba con una escopeta. Él tampoco podía divisarlos, sus ojos no se acostumbraban aún a esa tenue luz.
-disculpe señor, no dispare, le explicamos- Oscar intentaba acercarse cuando el hombre quitó el seguro al arma.
-no se acerque o le vuelo la tapa de los sesos!!! –dijo en tono firme con su voz ronca.
-Don Matías? usted...? -El viejo de tez oscura y ajada por el sol miró al hombrote que le hablaba, meneó su cabeza, era imposible que él fuera...- soy yo, Juanito se acuerda? El hijo de Juan Pablo y doña Paula ...
-Juanito!!! Hijo pero, pero... –Matías bajó el arma dejándola apoyada en la puerta y abrazó al muchacho.
-Don Matías!!! –se abrazan mientras Franco y Oscar los miran extrañados- Muchachos... le presento al jinete más hábil de la región!!!, recuerdan papá hablaba de él?
-El jinete más hábil –río- hace años que mis huesos no me permiten ni siquiera montar...
-Ellos son mis hermanos... Oscar y Franco –Matías los saluda con un apretón de manos.
-Aurora!!! Aurora!! Comienza a gritar hacia la puerta, luego mira a los muchachos- es mi mujer saben... el gusto que le vamos a dar!!
Salen los cuatro al patio principal y Matías sigue llamándola.
-que pasa viejo... –la señora regordeta de estatura un poco menor que Matías aparece secándose las manos en su delantal y cuando levanta la vista ve a Juan- ayyyy diosito –comienza a hacer la señal de la cruz y a besar un pequeño relicario que cuelga con la imagen de una virgen- ayyy virgencita...
-es Juanito!!! El hijo de don Juan –él ríe mientras a ella le vuelve su alma al cuerpo –yo también pensé...
-igualitico a su padre –solloza mientras se abraza a él.
Luego el mismo Juan presenta a sus hermanos, Aurora los mira a ambos y no pude más que decir : hijos de la señora debían ser, igualiticos...
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