Subject: Ginger y Fred -cap. 19 |
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Date Posted: 04:51:05 04/12/07 Thu
Una hora y no llegaban. Probablemente esos tipos no fueran ningunos tontos, probablemente el pago por adelantado los había alertado. Pero no sabían de ella o por lo menos de sus intenciones. Miró nuevamente el reloj antiguo en la esquina de la sala. Miró derredor, estaba lleno de gente charlando, riendo, Jimena y Oscar eran el centro de atención, hacían buena pareja juntos. Hubiese deseado que Jimena lo amase, así fuera un rufián lo hubiese preferido. Vio a Norma hablando con su madre, el abuelo y los padres de Ruth; cuanto extrañaba a su amiga que había quedado en Cartagena, la hubiese necesitado allí, sólo para darle fuerzas. Tomó un poco más de champagne, miró las burbujas tras el cristal, seguro provenía de una de las pocas botellas que estaban aún en la bodega familiar y debieron sacrificar esa noche, pensó. No hubiese importado si rendía frutos pero los Reyes restantes no se hacían presentes. Vio cómo Benito, el sobrino de Raquel Uribe y hermano de Leandro se acomodaba en el piano para iniciar un repertorio musical que seguro abriría con un clásico. No se equivocó. Se sintió asfixiada y prefirió la helada noche al bullicio y las notas musicales del piano desafinado de la abuela en manos de ese hombre. Tomó el chal que su madre había dejado sobre el sofá y sigilosamente se dirigió hacia la entrada. Apenas abrió la puerta, el frío golpeó suavemente sus mejillas, ya era invierno y aunque no se presentaba particularmente férreo se hacía sentir, sobre todo en el campo. Caminó lentamente unos pasos deteniéndose para mirar por una de las ventanas la planeada fiesta, a su familia, amigos y casi desconocidos invitados. Qué mundo era ese que no era su mundo? Cuándo dejó de serlo? No lo recordaba, sólo que un día se alejó de esa gente, de su propia familia harta de estar rodeada de hipócritas, de sentirse usada, manipulada especialmente por su abuelo. Y allí estaba de nuevo ayudándolos. Miró a Don Martín ahora junto a Jimena, su rostro tampoco era alegre, quizás se arrepentía de haber empujado a su nieta preferida a semejante matrimonio, sólo quizás. Recordó la pregunta de Jimena: se puede amar a quien sientes tu carcelero?
***
-esto es deplorable! Llegar tarde... es tu culpa.
-peor es llegar primeros, Franco. Soy Juan Reyes lo olvidas?, la fiesta empieza conmigo.
Franco meneó la cabeza mientras frenaba el coche frente a la casa Elizondo. Algo llamó su atención mientras daba vuelta a la llave de encendido, mejor dicho alguien, que distraída miraba tras la ventana.
-espera –dijo en un acto instintivo cuando vio que Juan iba a bajar- hay alguien allí.
-y? –Juan lo miraba extrañado. Su hermano parecía embrujado, dirigió su vista a ese ‘alguien’ que era una mujer.
Franco no tardó en reconocerla, aún en penumbras, iluminada sólo por una farola del patio de entrada y las luces que escapaban de la fiesta junto a la melodía. No podía creer su buena suerte, la marea lo había arrastrado de vuelta hacia aquella mujer, cuántas veces imaginó en encontrarla? Muchas, demasiadas para ser alguien que apenas conocía. Ella no parecía haberse percatado de su llegada, seguía inmóvil mirando tras los cristales del ventanal a la gente que reía. Estaba muy bella, como la recordaba, quizás más. Qué hacía allí? Acaso vivía en la región?
-la conoces Juan?
-nunca la vi y sabes que ya conozco a casi todas las mujeres por aquí.
-voy a quedarme un momento, me haces un favor cuando entres?
-sí... claro.
***
Volvía a pensar en la situación de Jimena, eso era peor que el problema de la hacienda o los empleados. Seguía ensimismada, tanto que ni siquiera notaba el rocío de la noche que bajaba sobre su cuerpo. Aún en la ventana miraba sin mirar, se arropó en ese chal que tenía el perfume de su madre, uno de los pocos olores que recordaba como parte de lo que había sido su hogar y su infancia. Escuchó las primeras notas de una canción conocida, una vieja canción que le recordaba unos ojos claros y el mar del Caribe, sonrió para sí. Sintió el contacto de una mano sobre su hombro, apenas un roce, mantenía esa sonrisa cuando voltea y lo ve frente a ella. Su sonrisa se volvió asombro, muchas preguntas pasaron por su mente, muchas preguntas y ninguna respuesta.
-disculpe señorita, será mi Ginger esta noche?
No pudo responder. Él sólo la tomó entre sus brazos e intentó no ser tan torpe como la última vez. Sus cuerpos apenas se movían, el de ella porque su cerebro no le daba órdenes, sólo se preguntaba qué hacía ese hombre allí. Él porque temía pisarla, seguía siendo un pésimo bailarín.
-tú aquí –atinó a balbucear.
-te lo dije, mis pasos seguirían a los tuyos...
Ella sonrió: hasta aquí?
-sí, he debido caminar bastante, pero lo vale: te tengo nuevamente en mis brazos –sonrió-. Y sin pisotones.
Ella rió. Cuánto hacía que no pensaba en él? mucho tiempo, desde que regresaron de Cuba, desde que viajó en las fiestas a la hacienda, no lo recuerda, su imagen poco a poco se le fue borrando quedando algún gesto, su mirada azul que parecía haberse esfumado también y que sólo reaparecía con aquella canción que sonaba nuevamente para los dos.
-¿cómo hiciste para encontrarme? -mira hacia la ventana a Benito en el piano- para... la canción?
-importa?
-no, Fred.
El tira su cabeza para atrás un poco dejando que sus ojos miraran el cielo como agradeciendo ese encuentro, vuelve a mirarla: hacía mucho no escuchaba que me llamaran así -la canción termina en ese instante. Ellos siguen aún muy cerca, ahora ambas manos de él en su cintura, ella lo mira sonriendo burlona.
-parece que has tomado clases de baile Fred, mejoraste.
Él acerca sus labios muy lentamente sin dejar de mirarla: no es en lo único...
-no?
-no, ... –La besa imponiendo sus labios sobre los de ella, logrando abrirlos para introducir su lengua suavemente primero y luego con vehemencia, agradeciendo la calidez de su boca, su mano antes en la cintura se desliza muy suavemente por la espalda bajo el chal, recorriendo la línea de su columna, bajando luego hasta sus caderas, aprisionando su cuerpo tanto como su boca hasta sentir que ella se ha perdido en ese beso tanto como él, lentamente va soltándola mientras ambos tiene la respiración entrecortada que forma volutas de aire condensado entre ellos. Las mejillas de ella se han enrojecido paradójicamente por el frío y el calor. Los ojos de él brillan con profundidad. Ella se separa un poco, para calmar su respiración y su cuerpo, él parece mirarla triunfante. El chirrido de la puerta les alerta que ya no estarán solos, ambos intentan calmar sus intenciones y fantasías.
-Sara?! Hermana ven que... –Jimena ve a Franco junto a su hermana, que harían allí? Acaso ella ya había iniciado su prometida batalla?- ah... veo que ya conociste a mi cuñado, Franco Reyes. Pero vengan, se van a congelar allí.
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