Author:
LUNA BOLÍVAR MANAUT
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Date Posted: 06:37:24 11/29/02 Fri
En este mismo instante, yo podría ser miles de millones de personas diferentes. Podría tener mil sueños, mil ideas –geniales, vulgares, falsas, verdaderas-. Podría tener mil pasados y mil futuros... mi mundo, este mundo que me dio la suerte –o la mala suerte, según se mira- podría haber sido infinidad de otros mundos. Mi camino, ese que recorren mis pies de caminante, podría estar formado por millones de trechos distintos de los que son. Otros caminantes, que se me cruzaron en un punto del camino, podrían estar andando millones de caminos en otros millones de sitios, sin que el azar los mezclara nunca conmigo.
Cada camino es, por lo tanto, fruto de un juego macabro del destino. Una posibilidad entre otras muchas, un paso dado en una dirección, que podría estar avanzando hacia cualquier otra. Y cada caminante debe tener el derecho a construir su camino al tiempo que lo anda, sin que el destino final le sea impuesto por la ley del punto de partida. Los caminos no conocen las fronteras que traza el hombre, sólo la voluntad del peregrino.
Hay tristes caminos, que son tristes muertes, cuyos gritos tratamos de ahogar en las negras aguas del Estrecho. Allí acaban los ríos de miles de personas, caminos que no queremos que se choquen con los nuestros, porque nos recordarían entonces que nuestro camino podría haber sido el suyo, y en el fondo somos los mismos caminantes con distintas sendas.
Ocultamos nuestro miedo bajo una burda caridad que colocamos a modo de muro, de barrera, de alambrada, de verja, de aduana... dique de contención para la no confluencia de los caminos indeseados con las autopistas de los que no estamos abajo, sino arriba.
Grande Antonio Machado cuando decía aquello de “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
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