Subject: Ginger y Fred - cap.13 |
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Date Posted: 03:44:57 02/22/07 Thu
Releía el libreto, esa escena era su preferida, Hero y Úrsula intentando engañar a Beatriz, especialmente disfrutaba de unas líneas escritas para la voz de Hero. Nunca le había gustado especialmente ese personaje, quizás porque era la niña ingenua y si bien era un papel por el que muchas luchaban en tanto lo consideraban principal, ella lo desdeñaba por el de Beatriz, un personaje más profundo e inteligente, aunque cayera en la trampa del amor. Pero le encantaba esa frase, muchas veces, incluso de adolescente, releyendo esa obra “Mucho ruido y pocas nueces” se había preguntado si el amor no era más que eso, una casualidad, la simple coincidencia de dos seres en espacio y tiempo y no el destino. Ella sabía muy bien que nunca había buscado su complemento porque se sentía completa, no necesitaba de alguien como muleta o apoyo, era libre e independiente... ¿qué buscaba cuando no sólo buscaba sexo? No lo sabía bien, sólo que algunas veces se había descubierto a sí misma sintiendo, deseando la mirada ajena, la compañía, las palabras además de la pasión. Sí, había experimentado esas sensaciones con todo su ser y aunque eso se hubiese terminado quedaban bellos recuerdos y esos recuerdos eran lo más parecido al amor que ella había conocido.
-aún leyendo tus parlamentos? –una cara perfectamente ovalada, de tez morena se asomó por la puerta, sus ojos siempre parecían reír. Era obvio que la eligieran para Hero, más allá de esa cara angelical estaba su talento actoral, pensó Sara.
-siempre –sonrió- ya te lo dije, con una vez no basta, las obras adquieren sentidos múltiples según el día, la hora y una, Laura.
La muchacha se acercó y hojeó: ahhh tu escena preferida ... –tomó el libro y dijo su parlamento dejando a Sara hacer las veces de Úrsula, sabía que a Sara le gustaba especialmente una frase y cómo sonaba cuando ella la entonaba entre inocente y pícara- ‘... se ama entonces por azar. Cupido da muerte a unos con flechas, a otros con redes’.
Laura leía y exageraba sus gestos en forma grotesca. Se movió con rapidez haciendo que el libro cayera al suelo.
-siempre tan torpe tú, Laura –se dijo a sí misma y Sara rió de esa ocurrencia de su compañera de teatro de hablarse a sí misma siempre en tercera persona. Del libro había caído un sobre abierto por uno de sus bordes. Laura, curiosa leyó el remitente y la perfecta caligrafía, levantó la carta en señal de pregunta sin decir una sola palabra. Sara inspiró con fuerza y frunció el seño, esa carta le provocaba cierta preocupación.
-mi hermana... Norma.
-te escribe cartas? No usa el correo electrónico –Laura jamás usaba la palabra e-mail ni cualquier término inglés a menos que fuera parte de una escena, aunque sí se había rendido a la tecnología.
-no, no creo que sepa siquiera como usar una computadora. Pero me escribe siempre...
Sara miró el sobre aún en manos de Laura que ahora lo acomodaba nuevamente en el libro. Estaba preocupada, debía admitirlo esa carta era la tercera de Norma en estos seis meses, la había recibido con una semana de retraso, solía suceder cuando la compañía salía de viaje. Insistía en que ella debía volver a la hacienda, que los problemas económicos eran tremendos y la necesitaban. Pero las veces que había hablado con su abuelo o Jimena las cosas parecían estar bien. Igual que siempre de fríos y rezongones. También preguntó a su madre que aseguraba todo estaba de maravillas. Claro que en ella no podía confiar, vivía en una nube. Y en su abuelo y Jimena tampoco, eran demasiado orgullosos. Hubiese deseado ir y comprobar con sus propios ojos lo que ocurría pero estaba su trabajo y no podía descuidarlo, era su carrera. Aunque bien podía reemplazarla algunas de las chicas como ‘Dy’ que cumplía el papel de Úrsula y se sabía al dedillo todo su parlamento no quería dejar la obra a mitad de su gira, estaban teniendo mucho éxito especialmente en los pueblos pequeños, aquellos donde una compañía teatral de alto vuelo jamás se dignaría a pisar. Pero ellos, un conjunto de locos disparatados que creían que todo el mundo tenía derecho al arte, acostumbraban a marcar en el mapa los poblados más pequeños como destino buscado. Seguía ensimismada mientras Laura se sentaba frente a ella con cara de preocupación.
-pasa algo Sara?
La voz suave la hizo salir de sus pensamientos, y volver allí, al cuarto de limpieza que, readaptado, hacía las veces de camarín de toda la compañía en el único teatro de la pequeña ciudad. Miró a Laura y con un meneo de cabeza intentó borrar esa preocupación y responder con una negativa a esa pregunta. En ese mismo instante ‘Dy’ entró con su acostumbrada prisa buscando el vestido que debía usar para la función de esa noche. Se detuvo en seco al verlas allí sentadas.
-interrumpo?
-no Dy...
-mejor, porque falta sólo un par de horas para la función y aún debes peinarme Laura –dijo en tono de amenaza mirándola fijamente. A falta de presupuesto Laura solía ser la maquilladora y peinadora de todos los actores además de sí misma.
-no te preocupes, Dy, tenemos tiempo.
***
No se quitó el vestido que usó durante la obra, sólo tomó un saco y salió de allí, durante toda la función no había podido concentrarse mas que en la carta de Norma, en lo que allí decía. Temió que algo malo realmente hubiese ocurrido y se decidió por llamar a la hacienda. En la esquina del teatro había un viejo teléfono público, buscó en el bolsillo del saco su monedero, tomó las monedas necesarias y marcó el número. Apretó el auricular entre su hombro y oreja derechos mientras se frotaba ambas manos, no había salido lo suficientemente abrigada, pensó.
-Jimena eres tú? Soy Sara... –escuchaba la voz de su hermana entrecortada -no se te oye bien tienes gripe? –su tono de voz la preocupó más que la carta de Norma- sucedió algo? El abuelo, mamá... –algo pasaba era claro, su voz, su llanto casi imperceptible lo anunciaba- no entiendo, explícame...
La cara de Sara empalideció mientras la escuchaba, colgó el auricular en forma automática al sentir que del otro lado ya nadie respondería, las monedas no habían alcanzado para pedir más explicaciones, pero sí para saber qué había sucedido en este tiempo. No podía creerlo, no de Jimena, y la ironía con la que decía esas palabras, era imposible. Volvió al teatro aún turbada, entró al ‘camarín’ sin notar la presencia de sus compañeros, buscó la carta de Norma, pretendía encontrar allí un indicio pero no podía leerla, aún resonaba en sus oídos la voz irónica de Jimena que decía: ‘felicítame desde hace una hora soy una mujer casada’.
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