Subject: Ginger y fred - cap. 16 |
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Date Posted: 10:14:38 03/14/07 Wed
Último día. Parecía increíble, los cinco días pasaron como estrellas fugaces sin permitir pedir los deseos que uno quisiera, pensó Fred. Desayunaban juntos en Hipocampo, en la misma mesa que ella lo invitó la primera noche. Sonrió.
-en qué piensas?! –dijo ella mirando la sonrisa que escapaba de los labios de Fred.
-recordaba la primera noche en este lugar. Por dios! Qué torpe! No hice nada bien, primero parecía un fisgón mirando tus curvas, luego te dejé sin pies en la pista de baile, no entendí tu indirecta al invitarme a tu cuarto y cuando me animé y fui... el desastre mayor! -Ambos ríen.
-yo nunca pensé encontrar un hombre tan guapo y tan extraño...
-eso pensaste de mi?
-eso y que tendría que descartarte de mi lista de hombres que pensaba conocer en estos días. Y al final...
-el único...
-tampoco te creas tan importante Fred!
Ginger lo miraba tras su humeante taza. Definitivamente ese hombre había resultado muy diferente de lo que había juzgado. En muchos sentidos. Primero había creído que era un gran conquistador, con esos ojos, ese porte, imposible no serlo. Error... un hombre triste se ocultaba tras esos ojos, esa mirada de niño perdido. Luego estaba la primera noche de sexo, pensó que le faltaba experiencia, mucha; y sin embargo cuatro días, mucha práctica y un par de secretos y se convertía en un hombre casi experimentado... casi, no completamente. Lo único en que había acertado era en el hecho de que ese hombre era rico, sus trajes o su forma de ni siquiera mirar a las personas que atendían el restaurant o las tiendas lo demostraba. Estaba acostumbrada a ver hombres así y generalmente le repugnaban... por qué él no? Quizás le repugnaba pero no tanto. Quizás porque había en él algo sensible, su forma de hablar de su madre, de su familia, de su esposa fallecida... sentía ternura y pena, él conocía y sentía las cosas de un modo que otros hombres de su condición no las veían ni sentían. Acaso era lástima por esa vida gris que llevaba? No importaba mucho, en unos minutos ‘Caronte’ tocaría tierra y nunca más se verían. No era el primer amorío de vacaciones que tenía en su vida, ni el último, pero de algún modo era especial, quizás porque él no había entrado al juego de la seducción sabiendo lo que hacía, quizás porque ella sentía que para él aquel viaje sería más que un simple recuerdo, veía un brillo en sus ojos que el primer día no parecía estar allí. En cierto modo no la alegró saber que esta aventura se terminaba y que terminaba también esa pose de mujer fatal que todo lo sabe y que él parecía admirar; en realidad eso la divertía y la hacía sentir única. De alguna manera ese viaje y ese hombre desconocido habían potenciado su personalidad exuberante y creado la ficticia imagen de mujer que nunca ama, que sólo se deja amar. Pero era mejor que acabase en ese momento, cuando aún él no la conocía completamente, cuando no sabía que ella también era capaz de amar y de sufrir, mejor que sólo dure cinco días no quisiera enamorarme de él, se dijo a sí misma.
Ella parecía estar en otro lado, lejos de él, de ese barco y de las voces del resto de los veraneantes que se esparcían por todo el espacio disponible. En qué pensaba esa mujer? Siempre que veía sus ojos marrones volverse diáfanos, y sus pupilas se contraían sabía que ella se escapaba de su cuerpo, de la materia física que la ata a la tierra para vagar quien sabe donde... Miró el reloj, si no estaba mal en diez minutos llegarían a Veracruz y eso significaba no volver a verla. Y si la invitaba a tomar algo luego? A almorzar? No mejor no, ella ya tenía planes, se lo había dicho. Estaba alegre de haberla conocido, de alguna manera esa mujer le había hecho ver el mundo de otro modo y eso lo reconfortaba: aún cuando jamás volviese a sentirse así, sabría que en algún lugar, en algún momento esa sensación de vida, de plena vida, era posible. Ella, con pocas frases, con pocas actitudes le había dado esperanzas y eso había sido mucho mejor que las noches, tardes y mañanas de sexo que habían pasado juntos. Debía agradecerle por ello? Mejor no, pensaría lo que no es, se dijo.
Escucharon la bocina del barco sonar tres veces y ambos se miraron, sin mediar palabra se levantaron de allí y junto con sus maletas fueron a cubierta. Allí el calor sofocaba; de madrugada había llovido, casi como todas las madrugadas y luego el sol salió para azotar los cuerpos y las almas con ese calor tropical y pegajoso. Ambos se miraban, aún no decían nada, qué decir? Cómo despedirse? Estuvieron así un instante o varios minutos, nadie llevaba la cuenta. Fred no entendía cómo aquella mujer nunca le había dicho su nombre y aún no sabía cómo rayos había hecho para que todos los llamasen Ginger y Fred, esa mujer era mágica, pensó. Acaso ese era el final de la historia de dos amantes? Así termina una historia? No volverían a verse? no tenía las respuestas, no era experimentado en esas cosas, ella sí. Ginger seguro sabría. Con voz un tanto nerviosa que intentaba salir con naturalidad logró expulsar de sí esas cuatro palabras en interrogante
-Volveremos a vernos Ginger?
Recibió su respuesta: por supuesto Fred.
Ella parecía tan segura... Ginger vio sus dudas y sonrió
-mmm, ponemos cita entonces?-El seguía dudando... necesitaba certezas... sabía que ese segundo interrogante no era una pretensión de futuro compartido, sino la necesidad de saber que existiría un quizás, de nuevo las esperanzas.
Dio su mejor respuesta, una ambigua: no. Si volveremos a vernos, no lo necesitamos... mis pies me llevarán a ti
-o los míos seguirán tus pasos.
Cuando escuchó las últimas palabras que salieron de los labios de él internamente supo que también Fred le regalaba una respuesta engañosa. Era claro: no volverían a verse, no en esta vida. Era el adiós, la despedida
-¿Me darás un beso de despedida?
Respondió al último interrogante sin palabras. Luego de besarlo se dio vuelta, vio el gentío en el muelle, a Ruth y aspiró hondo, el calor era insoportable y necesitaba llenar sus pulmones de aire, sentía el sudor pegotear su cuerpo a sus ropas y ya estaba deseando llegar a una playa. Bajó lentamente mientras una señora regordeta la saludaba amablemente, su comentario que incluía el nombre de Ginger hizo que los ojos de Ruth, que estaba parada a un metro, se abrieran de par en par, ese comentario seguro la alertó, se dijo, pero no iba a preocuparse por ello ahora. Se detuvo un instante sin mirar atrás, tenía el valor para no hacerlo. Bajaba de un barco llamado Caronte ¿cómo alguien puso el nombre de un barquero mítico a un crucero?, se preguntó; era absurdo e irreal, como esos días pasados. Pensó en Fred y Ginger por última vez.
Sonrió de regresar a su vida, volvía a ser Sara Elizondo.
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