| Subject: Ginger y Fred |
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capítulo 22
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Date Posted: 12:46:10 05/11/07 Fri
Olía a tostadas quemadas. Sabía lo que significaba, cuando sale del cuarto encuentra la misma sonrisa pícara en el rostro de Norma.
-mamá nunca se cansará? Porque a Dominga le salen más ricas –Ante las palabras de Sara Norma menea la cabeza.
-no quiere reconocerlo -replicó Norma mientras ambas abrazadas bajan la escalera- pero debemos darle crédito, es un desastre en la cocina y sigue perseverando... ¿sabes? Extraño a tu perro, era el único capaz de devorar ese pedazo de carbón.
Ríen. De adolescente, Sara había tenido un golden retriever blanco paradójicamente llamado ‘Negro’ que sólo entraba a la casa a escondidas de sus padres en el desayuno de los domingos para ayudar a las niñas a pasar el alimento preparado por su madre.
-lástima que no vivió más tiempo –agrega Jimena sonriente que las espera al pie de la escalera y a la cual aún no habían notado- sería de mucha ayuda hoy.
-que pretendes? Vivió 13 años... ¡y con los desayunos de Gabriela Elizondo!
-Sara!!!? –la reprocha- Siempre tu humor ácido!- Jimena se acerca y las besa en la mejilla, son sus hermanas y hacía mucho tiempo no estaban así, unidas.
Las tres se dirigen hasta el comedor, y cada una siente que las cosas han cambiado desde la última vez que todas las Elizondo se han reunido. Cada una ocupó el lugar que otrora ocupara en esa mesa. Gabriela entró con una bandeja con las tostadas quemadas y dulce casero seguida de Dominga que traía el café y la leche.
-buen día mis niñas, traigo el desayuno... –dijo sonriente- ¿y papá?
-no se levantó aún, señora –advirtió Dominga.
-que extraño...
-déjalo mamá, así desayunamos tranquilas –dijo Sara.
-Sarita!! No seas cruel!, pero está bien, lo dejaremos... -Gabriela deja la bandeja sobre la mesa y comienza a servir el café.
-señora deje yo lo hago.
-por Dios Dominga!!! Te tengo atrás mío todo el santo día, yo puedo –refunfuñó Gabriela, suspiró y le sonrió- puedes descansar hoy por lo menos no? Vete ya, de seguro tu noviecito ya te está esperando –dijo susurrando cómplice.
Sara pensó que su madre nunca cambiaría, era quizás la persona que menos encajaba en ese mundo, menos que ella. No sólo por su desestructurada forma de ser sino porque jamás había tratado con desprecio a la gente que trabajaba para ellos y eso en una familia de su ‘target’ era algo dificil de encontrar.
-y tu marido Jimena? –preguntó Norma.
-en casa. Preferí venir sola, con él presente es imposible hablar de lo ‘nuestro’ –mira a Sara como recordando algo- fuiste ayer a casa Sara? -Sara casi escupe el café, no esperaba tener que explicar las cosas, era muy difícil ¿cómo explicaría el repentino cambio de Franco de cederle la hacienda y su negativa? Norma también la miraba inquisidoramente, no podía negar su visita a la hacienda, Norma era testigo de su salida.
-sí –dijo antes de tomar una tostada y llevarla a la boca, necesitaba tiempo para hilvanar una oración coherente, para saber qué decir. Intentaba tragar el trozo de pan quemado mientras sus hermanas la miraban extrañada- hablé con Franco Reyes.
-Y? –preguntó su madre mientras le alcanzaba a Sara otra tostada ahora con dulce de ciruelas. Sara la toma e intenta engullir otro trozo- pero que apetito tienes hija? No comías bien en las giras? –Sara intenta excusarse con gestos, toma otro poco de café antes de contestar.
-Extrañaba tus tostadas mamá...
-deja de payasadas Sara, dinos ya! –exclamó Norma exasperada.
-bueno... hablé con él, creo que quizás teníamos una idea deformada de quien era...
-acaso lograste que no nos embarguen la hacienda? –Gabriela la miró expectante.
-no, eso no pero... –Sara suspiró- en realidad ofreció cerrar los convenios –todas la miraban sin entender- sin necesidad de que le pagásemos.
-eso es genial –sonrió Norma y se animó a dar un bocado a una tostada, la menos quemada.
-no acepté.
-Qué!?? –escuchó al unísono -... no entiendo Sara –dijo Jimena mirando fijamente con sus ojos oscuros –no era eso lo que planeamos?
-bueno sí, pero no así, no quiero que él nos regale nada, no quiero deberle nada –probablemente sus palabras no tuvieran un significado profundo para sus hermanas, pero para ella sí, no quería sentir que tenía deudas con ese hombre, algo que le permitiese a él usar de excusa para reprocharle, para exigirle, nunca había dependido de las decisiones de un hombre, esta no sería la primera vez.
-por orgullo Sara? –una lágrima rodaba por al mejilla de Jimena.
-Jimena... voy a recuperarla, tranquila, sabes que puedes confiar en mí –estira su mano sobre la mesa para tocar la de su hermana. Jimena se levanta lentamente y la mira.
-podrás Sara? Cuando ¿mañana, dentro de un mes? Soy yo la que vive con ese hombre, yo -se señala el pecho- la que debe fingir que lo ama hasta que la hacienda vuelva a nuestras manos... te importa más tu orgullo no?
-Jimena –Sara se levanta, la mira de frente- fue tu decisión, aceptaste casarte...
-por el bien de la familia, por la hacienda, ¿qué querías que hiciera? A mí si me importa esta familia...
-crees que a mí no? Aunque eso te parezca te equivocas, estoy aquí Jimena para ayudarte, pero no puedo aceptar condiciones de un hombre, no puedo doblegarme y aceptar... si no lo hice con el abuelo menos con... –iba a decir un amante pero se detuvo al instante- ese señor. Además ¿cómo podrías luego separarte del hermano de quien nos sacó de la ruina? Te conozco Jimena, te sacrificarías para que el apellido no quede mancillado... –se acerca la abraza- sólo un poco de paciencia si?
Jimena se refugia en ese abrazo, y sólo responde con un gesto de cabeza y luego susurra: nunca imaginé que mi vida fuera... –Sara se separa un poco para buscar sus ojos.
-Acaso Oscar te hizo algo? Dímelo y ese maldito...
-no –sonrió- es una gran persona pero... no lo sé, hay cosas que –el rostro de Jimena se sonrojaba de a poco- la vida de casada yo la imaginaba distinta, esperaba otra cosa -Sara hace señas que se siente y les cuente-. Supongo que son tonterías... no lo sé, es que yo sólo estuve con un muchacho ¿recuerdan? Y con Oscar las cosas son distintas, no puedo negar que es maravilloso, un caballero, y hasta tenemos los mismos gustos en algunas cosas pero como pareja... supongo que el que fuese seminarista...
-queé? –Sara no comprendía, Norma le hace señas que luego le explicará.
-Nada... tonterías creo –Jimena se avergonzó de haber hecho esos comentarios en público, Oscar no los merecía.
-Jimena no lo son –dice su madre que ha entendido parte de las dudas de la menor de sus hijas- el matrimonio es difícil cuando amas, si no amas... mucho peor.
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