Author: Capítulo 24 (a pedido)
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Date Posted: 12:43:49 05/23/07 Wed
No lo había pensado, sólo subió las escaleras buscándolo luego de que alguien le dijese que estaba arriba. Fue a la biblioteca y luego siguió por el resto de los cuartos sin detenerse a pensar siquiera. Y cuando abrió esa puerta, aún sin verlo supo que era su cuarto, y luego él mirándola a través del espejo, la barba crecida, el torso desnudo... venía lo suficientemente enojada para olvidar lo atractivo que era. Enmudeció un instante antes de recordar el propósito que la llevó hasta allí. Vio una especie de sonrisa que florecía en los labios de él, una sonrisa casi burlona... Eso la hizo estallar. Tomó su cartera cual balón y se la arrojó...
-estás loca? -Gritó el mientras esquivaba sus ataques. Se dio vuelta y la vio de frente...
-qué... qué pretendes? –intentó respirar fuerte, no mirarlo demasiado y mostrar su furia–porque realmente Franco no lo entiendo, me ofreces anular todos los papeles firmados y luego impides que me otorguen un crédito!?
-ahhh... ya lo sabes –intentó calmarse, con la furia de ella bastaba.
-por supuesto... quien te crees eh? Qué quieres, arruinarnos?!
-pues la verdad no me gusta que me jueguen chueco -dijo en un tono entre de burla y reprimenda, mientras se acercaba a devolver su bolso.
-Jugar chueco? –hace un chillido- Jugar chueco?!! Ja miren quien habla, el dueño de todas las artimañas de este planeta: el gran empresario...
-Sara... cálmate...
-eres un petulante –parecía no escucharlo, su rostro estaba rojo de cólera y deseo- ... un... un idiota... acaso crees que así tendrás algo? Qué haces... no te acerques!
-Sara... cálmate o recibirás una ducha de agua fría.
-ni lo pienses Franco Reyes! –dice ya intimidada, su cercanía la excita. Él está ya pegado a su cuerpo, la respiración de ella entrecortada de nervios y enojo hace más intenso el roce, él no la ha tocado deliberadamente aún pero con su presencia logra aprisionarla contra la puerta- yo... luego hablamos... -Intenta irse, aún cuando buscarlo le había parecido buena idea en el banco ahora no estaba tan segura... pretende darse vuelta y salir de algún modo. Lo roza intentando escabullirse, parece haberlo logrado... ya está de espaldas a él, ya su mano en el picaporte.
-No -él logra tomarla rodeándola, apoyando su mano en el vientre de Sara y atrayéndola hacia su pecho- no te vayas...-dice muy quedo a su oído.
Sara intenta resistir a esas palabras, al roce de esa piel tibia sobre su blusa de seda, desearía no haber entrado, ése hombre es una tentación para su piel. Franco recuerda sus debilidades, besa su nuca suavemente mientras acaricia su vientre produciendo caos en sus ropas y en su piel. La aprisiona un poco más contra sí mientras baja un poco sus dedos recorriendo el muslo derecho de Sara con una mano y quitando con la otra la mano que aún ella retenía sobre el picaporte en forma de protesta. Baja lo suficiente para luego subir sin falda que impida el contacto, muy suavemente sigue hasta el delicado encaje de su ropa interior el cual sortea sin demasiados movimientos. La acaricia lentamente en la entrepierna mientras escucha su suave queja. Necesita amarla, como antes, como en el crucero, como ahora, no importa cómo, sólo amarla y que ella se deje amar, sólo esta vez...
-Sara- susurra, mientras la mueve intentando que ahora sus cuerpos queden de frente. Ella permanece con los ojos entrecerrados, enrojecida de placer. La besa intensamente mientras vuelve a aprisionarla pero ahora ella está de espaldas a la puerta. Sube una de sus manos para alejar la camisa que aún molesta, abre los pocos botones que le impiden ver su piel, uno a uno, van dejando camino a sus manos que terminan sobre el insondable encaje del soutien.
-demasiada ropa de mujer –suspira y ella sonríe mientras lo rodea con sus brazos por la cintura y de un tirón quita la toalla que aún se mantenía firme a su cintura.
-y tú muy poca –acaricia sus nalgas aprisionándolo suavemente contra ella. Ha perdido, lo sabe; pero en este momento ya no importa la hacienda o sus estrategias, ha caído en la tentación del cuerpo de ese hombre. Luego vendrán sus propios reproches. Ahora no, es tarde.
Los labios de Franco rozan el soutien excitándola aún más, suavemente baja sus manos por las caderas donde aún permanece la falda estrujada, llega hasta sus bragas y de un tirón las quita provocando en ella un gemido ahogado. Se detiene un instante y ella lo nota.
-qué sucede…?-la voz ronca de Sara hace mirarla a los ojos con cierto dejo de frustración.
-no tengo…-carraspea- no tengo condones aquí –traga saliva, odia este instante, odiaría más no poder amarla cómo él desea.
Sara toma el rostro de Franco entre sus manos y le sonríe: no te preocupes hace ya un tiempo uso pastillas y aunque no nos proteja de todo…
Él no la deja terminar de hablar y roza sus labios para acallarla; no le interesa en este instante disertar sobre las posibilidades de enfermedades venéreas, desea volver a besar la piel de Sara justo donde había quedado…
Sus labios bajan poco a poco recorriendo una línea vertical descendente hasta su ombligo, se detiene un instante allí, quemándola con sus caricias y su respiración. La mira a la cara, ella está extasiada, sonríe y baja su boca hasta el pubis provocando pequeños estallidos de placer con sus caricias que Sara no puede contener.
-Franco –susurra...- no puedo... –intenta jalarlo del cabello pero está exhausta de placer.
Él sube suavemente besando la poca piel expuesta entre las ropas ajadas, besa su cuello, su mentón, la mira intensamente y sabe que en los ojos de ella hay deseo. La levanta con ambas manos en los muslos, la pone a horcajadas sobre sí, penetrándola suavemente mientras se miran uno a otro. Ella lo toma sobre los hombros, intenta seguir su ritmo, sabe que la posición no es cómoda y que la puerta por más que fuera de cedro no es lo mejor para aplacar el ‘sonido de tanto amor’, pero no puede pensar ahora...
-la cama...-intenta quejarse, él parece no escucharla, lo toma de las mejillas y le hace mirarla- llévame hasta tu cama.
Él simplemente obedece depositándola sobre su cama sin detener su labor amatoria. Ahora más libre para producir caricias y besarla a su antojo intensifica sus movimientos mientras con una de sus manos masajea uno de sus senos aún cubierto por la ropa interior y susurra frases casi imperceptibles en su oído. Acelera aún más el ritmo de sus embates mientras ella se acomoda a él, a su ritmo. El siente que el deseo los desborda, que escapa de ellos mismos y vuelve para quemarlos, Sara siente cómo su cuerpo responde a las exigencias de él con la necesidad de saciar sus propias exigencias... se aman hasta desfallecer rendidos uno sobre otro...
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