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Los machotes callan
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Date Posted: 01:23:59 06/06/05 Mon
La de piloto sigue siendo una de las profesiones más vocacionales que existen y, a pesar de que los porcentajes se van acercando, la presencia de mujeres en el mundo aeronáutico aún es minoritaria, sobre todo en el ámbito de los helicópteros.
Ver a una mujer a los mandos de un helicóptero resulta todavía poco habitual para algunos. Falta de costumbre, prejuicios absurdos, tópicos demasiado arraigados… Sin embargo, la realidad es que los helicópteros que vemos realizando labores de extinción de incendios, fumigando campos, luchando contra el narcotráfico o trasladando enfermos pueden estar pilotados por mujeres que han elegido esta profesión como medio –y modo- de vida.
Aún son pocas y no todas han participado en este reportaje, pero la mayoría, María, Ysabel, Marga, Beatriz, Nuria y Adela nos dan su opinión sobre la situación del sector, el tipo trabajo que desempeñan o las relaciones con los compañeros de profesión. Respecto a algunos asuntos no hay unanimidad, sus experiencias y vivencias han sido distintas, pero todas tienen algo en común: la pasión por volar.
Aunque muchos problemas siguen enquistados año tras año y quienes tienen que buscar soluciones no parecen encontrarlas, el sector del ala rotatoria se mueve, avanza y cambia con los tiempos al igual que otros ámbitos sociales y profesionales. Un síntoma de ello es la lenta incorporación de la mujer a un trabajo tradicionalmente de hombres, a pesar de las reticencias de algunos, los menos, poco acostumbrados a trabajar con el sexo opuesto.
Ellas han hecho valer su profesionalidad y su capacidad de sobra, pero consideran que como pilotos de helicóptero aún que queda mucho camino por andar para que el sector deje de arrastrar el pesado lastre de la alta siniestralidad, las irregularidades, la inestabilidad laboral o la ausencia de normativa específica.
“No se toma en serio la seguridad, ni Aviación Civil, ni las empresas, ni los clientes”, afirma categóricamente Ysabel, comandante con una amplia experiencia en operaciones de extinción de incendios, rescate, narcotráfico y sanitarios. Aunque en los últimos años se ha avanzado notablemente en el terreno de la seguridad, especialmente en el mantenimiento de las aeronaves, aún se echa de menos un mejor acondicionamiento de los helipuertos, copilotos en todas las operaciones en las que es necesaria su presencia, señalización de las líneas eléctricas y, sobre todo, respeto de los periodos de descanso para evitar la siempre peligrosa fatiga. A pesar de que las operaciones tienen que ser rentables, “en seguridad nunca se puede escatimar y nunca está hecho todo”, tal y como señala Nuria.
Nuria es, como ella misma reconoce, una privilegiada de esta profesión, ya que ha conseguido compatibilizar su vida laboral y su vida familiar -es madre de tres hijos-, gracias a un trabajo diario programado –realiza labores de fumigación- y a una estabilidad profesional nada común en este sector.
Precisamente la temporalidad es otro de los males endémicos entre los pilotos de helicópteros. Muchos tienen asumido que únicamente en las campañas de verano pueden volar de manera regular, pero precisamente la temporalidad no permite avanzar profesionalmente, “te hace perder soltura y te tienes que poner al día antes de cada campaña”, afirma Beatriz, que desde hace dos años trabaja exclusivamente en la campaña de verano, a pesar de que le gustaría poder volar durante todo el año.
Pequeños e insuficientes avances
Otro aspecto que va cambiando a mejor, aunque muy lentamente, es el de las bases. En general, nuestras protagonistas reconocen los avances que se han hecho, pero consideran que aún hay bases muy descuidadas. El hecho de que las mujeres se hayan incorporado al sector no ha provocado en la mayoría de los casos cambios en las instalaciones. “Comparto el vestuario con 20 hombres, así que tengo que avisar cuando me voy a cambiar”, comenta Ysabel. Tampoco la indumentaria se ha adaptado a la anatomía femenina, por lo que siempre tienen que adaptar los uniformes a su talla, ya que en algunos casos, ni siquiera la más pequeña de hombre les sirve. A veces tampoco hay zapatos de su número ni chalecos de su medida, pero teniendo en cuenta otras cuestiones, lo ven como un mal menor al que están acostumbradas y al que ellas mismas pueden dar solución.
No ocurre lo mismo con otros problemas, como por ejemplo, la falta de acondicionamiento y la mala ubicación de muchos helipuertos, especialmente los de los hospitales, “algunos están rodeados de cables, grúas, tienes que atravesar un aparcamiento…Si vas de vacío no hay problema, pero cuando vas con carga sí”, explica Marga, copiloto con dos años de experiencia en sanitarios.
Y es que todas nuestras protagonistas saben perfectamente de lo que hablan. Su experiencia de vuelo varía entre los 9 y los 2 años, han hecho trabajos de control marítimo, vigilancia forestal, filmaciones, trabajos en red, narcotráfico, fumigación, plataformas petrolíferas, sanitarios, algunas son ya comandantes y otras son copiloto. Todas, excepto Adela, alumna a punto de examinarse de IFR y deseando incorporarse cuanto antes al mundo laboral para seguir aprendiendo. “La formación en la escuela ha estado bien. Si ha sido suficiente o no lo dirá el mundo laboral. Indudablemente podía haber sido mejor, pero el aprendizaje que me queda es el que debe hacerse trabajando”, afirma Adela. Precisamente en el ámbito de la formación las más experimentadas también consideran que queda mucho por recorrer, aunque algunas compañías ya se lo toman en serio y dan facilidades a sus tripulaciones para acceder a cursos de formación, simulador o realizar horas de vuelo de entrenamiento.
Los avances, por tanto, se van notando, pero no es suficiente, tal y como quedó patente con la convocatoria de huelga que en octubre de 2004 se inició primero en Canarias y se extendió después al resto del país. Mirando hacia atrás con perspectiva, los objetivos que se perseguían no se consiguieron de manera inmediata, pero sí fue el germen de la unión de los profesionales para alcanzar otras metas más ambiciosas a largo plazo. “Para que la huelga fuese efectiva la teníamos que haber hecho todos los pilotos en todas las bases de España”, comenta Ysabel. María, comandante en el Servicio de Vigilancia Aduanera en Almería, es más crítica, ya que “las personas que decidieron que el sector del helicóptero se pusiera en huelga no creo sepan todo lo que realmente es justo y necesitamos conseguir”. Y para Nuria “es imprescindible que los pilotos de helicóptero nos unamos para conseguir convenios justos y estabilidad profesional, si el camino es la huelga, pues adelante, pero juntos. Sólo la unión nos dará fuerza”.
La huelga fue una experiencia nueva y en muchos casos difícil de sobrellevar debido a las presiones externas, pero al menos puso de manifiesto los problemas comunes y la capacidad de movilización y esfuerzo de los pilotos de helicóptero. Aunque no todas participaron activamente, quienes siguieron la huelga reconocen que hubo cierta improvisación, fallos de coordinación y poca repercusión. La sociedad no supo qué pedían y por qué, ni antes ni después se ha conocido la realidad de los pilotos de helicóptero, a pesar de la curiosidad, expectación y, sobre todo, admiración que provoca esta profesión. Y más si eres mujer.
Todas reconocen que en alguna ocasión les han puesto cara de sorpresa cuando han comentado a qué se dedican, pero sobre todo han notado interés y curiosidad por saber más detalles sobre su trabajo o sobre la aeronave que pilotan.
“Hay pacientes que ponen cara de susto cuando me ven, pero no es lo normal”, confiesa Ysabel. “Siempre hay algún comentario del tipo “¡qué miedo, mujer al volante!, pero también el de ¡qué bien, encima es mujer!”, explica Nuria. En cualquier caso, todas piensan que es cuestión de acostumbrarse y restan importancia y protagonismo a lo que para ellas es un trabajo como cualquier otro. “No somos héroes, simplemente nuestro ámbito de trabajo está en el aire”, concluye Beatriz.
Respeto e igualdad
Ya en el ámbito estrictamente laboral, las buenas relaciones con los compañeros, el respeto, la cordialidad y la igualdad en todos los sentidos priman mayoritariamente. “En mi corta experiencia de operadora de vuelo no me he considerado ni mejor ni peor tratada que el resto por ser mujer. Eso es lo que quiero, no soy ni menos ni más que cualquiera de mis compañeros”, comenta Adela, al igual que Marga, quien siempre ha notado “mucho respeto”. A pesar de este aparente buen clima reconocen que en alguna ocasión han tenido la sensación de tener que demostrar lo que valen y que hay compañeros a los que se les nota “que no les cuadra trabajar con mujeres y a veces sientes que te miran como diciendo vete a tu casa”, sentencia Beatriz. Sin embargo, tal y como explica María, ”el machismo en este sector va vinculado al nivel cultural del personal que lo compone. Estoy convencida de ello”.
Aprovechando la ocasión, también hay peticiones lanzadas al aire para que tome nota quien corresponda: “Me gustaría volar con una copilota, tener una tripulación formada sólo por mujeres. Sería un hito en la historia. No creo que cambiara la forma de trabajar, pero sería gracioso y me haría ilusión”, dice Ysabel.
Precisamente el machismo, aparentemente escaso, podría ser uno de los puntos negros de la profesión, pero son otros los sinsabores de los que se quejan nuestras protagonistas. Las largas horas de espera en las guardias, la inestabilidad y el continuo cambio de base y, sobre todo, el estar lejos de casa es lo más difícil de sobrellevar.
La compensación a este sacrificado trabajo: volar. “Lo que más me gusta de mi profesión es volar, despegar sintiendo que soy yo quien está volando y haciendo con la máquina lo que quiero”, describe María. Algunas dejaron otras profesiones por el helicóptero; Bea es periodista e Ysabel se dedicó profesionalmente durante varios años al esquí, pero la vocación pudo más. Volar es una entrega, una pasión, una apuesta que realizaron en un momento de su vida y en la que, a pesar de las dificultades, siguen creyendo.
Saben que ganarían en calidad de vida si cambiaran el helicóptero por un avión de línea aérea, pero consideran que sería muy aburrido. Prefieren el ala rotatoria por la variedad que ofrece y por el componente social de muchos de los servicios que realizan, ya que salvar vidas, proteger nuestros bosques o rescatar esperanzas forma parte de su trabajo cotidiano. “Me encantan los helicópteros, volar y el trabajo social”, afirma Marga.
La exigencia y la disciplina es otro rasgo común en todas ellas. No es fácil llegar y lo saben. Por eso no bajan la guardia y exigen la misma seriedad y compromiso por parte de las empresas y la autoridad aeronáutica. Entienden que las compañías son negocios que buscan la rentabilidad económica, pero no a cualquier precio. “La DGAC tiene que controlar más, hacer inspecciones, hacer respetar las normas y sancionar si no se cumplen. Estamos aún un poco a la deriva”, comentan.
María, Ysabel, Marga, Beatriz, Nuria, Adela no representan a nadie, excepto a si mismas, pero sus opiniones y experiencias ofrecen otro punto de vista de la realidad de una profesión con demasiados problemas pendientes de solucionar y mucho camino por recorrer para alcanzar el equilibrio entre empresa y tripulaciones, rentabilidad y seguridad, pasión y profesión.
(*)Aviador agradece especialmente la colaboración de Ysabel Martí, Beatriz Parera, Adela Gotor, Marga Mendieta, María Carretero y Nuria Anguera para la elaboración de este reportaje.
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